El teatro romano no nace naturalmente de la nada, sino que es hijo del griego; no del primitivo se entiende, sino del de la decadencia.
En efecto, en un determinado momento histórico se produce una especie de cambio de guardia entre la civilización griega y la romana.
El vino griego se vierte en el tonel romano, pero el tonel romano es bastante diferente del griego. Por lo tanto, podría decirse que en ciertos aspectos, en sus orígenes, la cultura romana no es otra cosa que una adaptación de la griega, una especie de edición menor.
En lo que se refiere a la actividad dramática, en Roma la comedia es mucho más importante que la tragedia; lo que está de acuerdo con cuanto queda dicho más arriba, precisamente porque la tragedia —debido a su naturaleza— no admite reducciones o pérdida de determinados elementos.
Y no es sólo el teatro el que recuerda los modelos griegos, sino toda la vida romana.
El teatro sólo es uno de sus aspectos. Tanto es así, que hay un momento en el cual se puede hablar, más que de arte latino, de arte greco-latino.
Porque los romanos, al conquistar Grecia y más o menos toda la cuenca del Mediterráneo, era natural que asimilaran los caracteres típicos de aquellas civilizaciones.
Y de este modo, las instituciones políticas de Roma se modelaron en gran parte de acuerdo con las griegas, la mitología no fue más que un subproducto de la griega, etc. Sin embargo, fue precisamente la actividad teatral la más esclava y tributaria de la griega.
¿Qué es lo que sucede en Roma? El teatro griego de la decadencia se mezcla con la tradición popular local, constituida, sobre todo, por breves representaciones cómicas; farsas, en gran parte, aunque en los orígenes de las mismas podamos encontrar motivos vagamente religiosos, relacionados con fiestas en honor de los dioses o semidioses campestres, que tienen sus orígenes en diálogos, cantos y farsas (fabulae atellanae) bastante rudimentarios.

En estos tres tipos de composiciones más o menos improvisadas, luego se introduce el mimo, que ya hemos visto en qué consiste.
La composición más compleja es la atelana, en la cual ya se encuentran esbozados caracteres fijos (el necio, el comilón, el embrollón, etc.) y ya se emplea la máscara.
Hay que decir que con estos componentes todavía estamos lejos de cualquier pretensión artística. Y no sólo esto, sino que las autoridades despreciaban tales espectáculos campestres, y quien intervenía en ello como actor, era considerado indigno como ciudadano.
Es importante señalar que de la atelana derivarán algunas de las máscaras italianas más conocidas.
Por otro lado, del mimo, tal como se representaba en Roma, nacerá la llamada pantomima, un espectáculo basado totalmente en el movimiento y los ademanes de los actores, en el cual no se emplea la palabra.
La transición de este tipo de representación no literaria, es decir, no escrita, hacia algo más preciso, tiene lugar por obra de Lucio Livio Andrónico) el traductor de la Odisea, hacia los años 250-240 a. J.C. Pocos años después, gracias a Gneo Nevio, habrá dramas de verdadero tema romano.