En cuanto a la Edad Media, debemos tener siempre en cuenta que, en cuanto a época histórica y cultural, tuvo una doble función: la de conservar la parte positiva y útil del mundo pagano, tanto en la cultura como en la vida política y social, y la de preparar, por decirlo así, la base del mundo nuevo.
Por lo tanto, es un período de destrucción y al mismo tiempo de reconstrucción; y la oscuridad —que con frecuencia se ha exagerado— con que se nos presenta, es debida en gran parte, a la enorme dificultad que presentaba una tarea de tanta envergadura.
Para darnos cuenta de ello, bastará con que pensemos por un momento en la función de la Iglesia; pensar que tuvo que hacer frente, sin contar con una organización militar propia, a las invasiones bárbaras y hacer lo que no había conseguido realizar el Imperio romano: imponer a los invasores una nueva idea de la existencia.
Una idea que en lugar de basarse en la cruda realidad y en intereses egoístas, procedía de la interpretación de los libros sagrados, o sea, de los Evangelios.
Una idea de fraternidad, de paz y laboriosidad que a la fuerza tenía que chocar con ese mundo militarista y rudo que se precipitaba como una avalancha arrolladora sobre la Europa mediterránea.
El teatro medieval, por nacer de un época de crisis como aquélla presenta todos los signos de la misma.
Veamos de qué modo. Como teatro (pensemos por un momento en la fuerza y en la complejidad del griego, hasta Sófocles e incluso después), se trata de un producto todavía en formación.
Más que hablar, balbucea. Más que representar hechos ordenados por una idea, hace que transcurran simplemente ante nuestros ojos: nos los hace ver.
Por lo tanto, puede decirse que en comparación con el gran teatro pagano, es menos esencial. Las pasiones —individuales y colectivas— encuentran, menos espacio en el mismo.
Los problemas (del bien y el mal, de lo justo y lo injusto) a menudo, no son siquiera tomados en consideración. La parte más importante es el espectáculo de por sí.
No es la necesidad de pensar, de plantearse problemas sociales, de ver resueltas sus propias pasiones a través de los protagonistas, lo que empuja al espectador medieval a ir al teatro, sino la necesidad de ver.
Una necesidad bastante similar a la que en el mismo período dará origen a la gran pintura de los primitivos.
Por otra parte, ciertas creaciones teatrales todavía se confunden con las puramente literarias.