El Barroco nació en el siglo XVI. pero fue en el XVII cuando adquirió su aspecto más dramático, el momento en que, no bastándose ya a sí mismo, entró en crisis y se estropeó, se retorció, tal como puede claramente verse, por ejemplo, en las obras de la escultura y de la arquitecturas barrocas.
Por el contrario, en el ámbito del teatro isabelino, y especialmente en Shakespeare, lo vemos en su aspecto inicial; es decir, cuando lleno aún de residuos medievales, se iba librando de ellos y buscaba furiosamente algo nuevo.
Algo nuevo en cuanto se refiere a la moral, a la religiosidad, al dramatismo, etc.
En el ciudadano inglés del siglo XVI, la necesidad de espectáculos no era, por aquel entonces, otra cosa que la manifestación de una mentalidad general.
Y era muy acentuada; tanto, que se habla de millares de dramas representados entre la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII.

Toda una selva de obras perdidas en su mayor parte, a veces improvisadas con muy poco, pero siempre representadas.
Es de esta masa sin diferenciar, necesariamente rudimentaria, que llegado cierto momento destacan algunos nombres: el de David Lindsay, por ejemplo; el de John Bale; el de John Lyly.
Este último, además de algunas comedias, también escribió una novela (Euphues) que daría origen a una corriente literaria, a una cierta manera amanerada de escribir, llena de imágenes refinadas, rebuscadísimas, llamada precisamente “eufemismo”; una manera que influyó, en cierto modo, al mismo Shakespeare.